sábado, 17 de marzo de 2007

Indígenas

y 12 de octubre

A modo de justificación: permítanme utilizar, los mismos términos que todos inconscientemente usamos cuando nos referimos a los aborígenes de América latina. Se les llamó «indios» por equivocación. La historia es de todos conocida. Utilizaré en ciertos parágrafos ese término, aunque no lo comparta. Lo haré por la sencilla razón de que al hablar de ellos ­los indios­ estamos hablando de quienes vivían en ese continente, antes de la llegada de los españoles.

El 12 de octubre significa para miles de indígenas recordar el asesinato de millones de indios. No es posible desde la perspectiva del aborigen, del autóctono, celebrar este día. Y no lo es porque ello supondría celebrar la perfidia a los que lucharon por su libertad e independencia, desde el norte al sur.

Todavía hoy, en países latinoamericanos, la lengua, la cultura, y la identidad de las comunidades originarias siguen siendo invisibles para quienes sustentan el poder, esos pueblos sin estado siguen sin existir, no se les reconoce en las instituciones ni en sus respectivas leyes. Se les niega el derecho a existir como personas y como pueblo. No es de recibo por tanto celebrar a bombo y platillo esa fecha que significa destrucción, sometimiento, espolio, y desde entonces, miseria y humillación para miles por no decir millones de personas. «Los indios, víctimas del más gigantesco despojo de la historia universal, siguen sufriendo la usurpación de los últimos restos de sus tierras, y siguen condenados a la negación de su identidad diferente. Se les sigue prohibiendo vivir a su modo y manera, se les sigue negando el derecho de ser» (Eduardo Galeano, “Ser como ellos”).

¿Qué tendríamos que celebrar? Desde el punto de vista de quien asesinó, impuso, sometió y ultrajó la cultura de los indios, la celebración es el día de la hispanidad, con ello lo que busca es negar la masacre de millones de indígenas, desde ese punto de vista, pues, para ellos la celebración del 12 de octubre, es el encuentro de culturas. Sin embargo desde el punto de vista de los pueblos sin estado ­originarios de aquel continente con nombre equivocado­ el aniversario tendría que ser de luto. ¿A quién beneficia que se hable en estos días de la hispanidad? ¿Qué se celebra realmente? Obviamente, los únicos que pueden estar celebrando este día son quienes asesinaron, sometieron con la espada y en nombre de su dios a miles de indígenas. Quien se impuso por las armas y la religión es quien puede realmente tener algo que celebrar hoy. El encuentro de culturas es más bien el triunfo de una cultura sobre otra. El silencio ensordecedor de millones de indígenas nos debería provocar el mea culpa, y que nos solidaricemos con su lucha y sus reivindicaciones.

Como premonición de lo que iba a constituir el capitalismo en toda América Latina, el 16 de diciembre de 1492, Colón dejó escrito en su diario: «los indios sirven para les mandar y les hacer trabajar, sembrar y hacer todo lo que fuere menester y que hagan villas y se enseñen a andar vestidos y a nuestras costumbres». Otro ejemplo del desprecio con el que vieron y siguen viendo a los indígenas. Lo que había en el fondo de esos viajes es ahora harto conocido, lo dice en su diario del «Descubrimiento», en él escribió 139 veces la palabra oro y 51 veces la palabra Dios o Nuestro Señor.

Esos escritos han llegado hasta nuestros días y lo que en ellos se cuenta no es más que el punto de vista del vencedor. Esos escritos nos muestran cómo los españoles vieron y entendieron ­si es que llegaron a entender­ a las comunidades que allí vivían. Y es ese punto de vista el que sigue en el subconsciente de miles de latinoamericanos que reniegan de sus raíces. La negación de nuestros antepasados y su cultura era tal que hemos llegado a asumir que no debemos ser como ellos. Todavía hoy el indio en América latina sigue siendo el lumpen, la peor calaña de la tierra, incultos, vagos etc. Cuando ellos ­nuestros indios­ al fin hablen, escriban, juzguen, ¿quién dirá que lo que dicen es mentira? ¿Quién se atreverá a negar su existencia? Nadie. Ni los más acérrimos defensores de una corona rancia y atrasada. Ni ellos se atreverán a rasgarse las vestiduras, porque la inocen- cia de los que asesinaron será la voz, en el presente, de los millones de indios que asesinaron en nombre de ese dios inexistente.

No es la voz de los indios la que ha contado, hasta ahora, la historia de América. Es el punto de vista de los vencedores. Y según ellos, las costumbres de los indios han confirmado siempre su posesión demoníaca o su inferioridad biológica. Así fue desde los primeros tiempos de la vida colonial y así sigue siendo hasta nuestros días: «Los indios, víctimas del más gigantesco despojo de la historia universal, siguen sufriendo la usurpación de los últimos restos de sus tierras, y siguen condenados a la negación de su identidad diferente. Se les sigue prohibiendo vivir a su modo y manera, se les sigue negando el derecho de ser» (Leonardo Boff).

En las vísperas de la conquista española, un profeta maya, que fue boca de los dioses, había anunciado: «Al terminar la codicia, se desatará la cara, se desatarán las manos, se desatarán los pies del mundo. Y cuando se desate la boca, ¿qué dirá? ¿Qué dirá la otra voz, la jamás escuchada?».

http://www.rebelion.org/noticia.php?id=39231

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