lunes, 9 de febrero de 2009

Reflexiones desde El Salvador

Jon Sobrino

1. No es posible leer textos como éstos sin sentirse mal, pero alguno podrá preguntarse por qué fijarnos en el Congo cuando en El Salvador también vivimos en medio de gravísimos problemas. Y además, poco podemos hacer. La respuesta es: “por pudor”. No se puede ser humano, ni en El Salvador ni en Roma, si no hacemos hoy central el dolor del Congo. Y también por un mínimo de honradez. En los peores años de represión contra el pueblo salvadoreño, se levantaron voces en Estados Unidos y en Europa para dar a conocer nuestra tragedia y ofrecernos solidaridad. Poco podemos hacer desde aquí, pero al menos difundamos lo que está pasando en el Congo.

2. Por lo que toca a la UCA, ahora que recordamos a nuestros mártires jesuitas sería irresponsable no recordar a los jesuitas del Congo y sus mártires. Un jesuita, Christophe Munzihirwa, arzobispo de Bukavu, fue asesinado en 1996 por defender a cientos de miles de refugiados. Lo llaman “el san Romero de África”. Ahora recibimos este mensaje de Ferdinand Muhigirwa, jesuita congoleño, director del Centro de Estudios para la Acción Social que clama desde Kinshasa. Nos recuerda las palabras de nuestros mártires. Y nos sentimos hermanos. Y nos acordamos también del Padre Arrupe, cuando nos exigió a todos “la lucha por la justicia”, pagando el precio necesario. 49 jesuitas han sido asesinados desde entonces en el tercer mundo. Y el mismo Padre Arrupe sufrió fuerte persecución al interior de la Iglesia.

3. La realidad del Congo desenmascara la falsedad del “mundo de abundancia, civilizado y democrático”, lo acusa y lo juzga. Casaldáliga escribe: “África ha sido llamada el calabozo del mundo, una Shoá continental”. Nuestro amigo Luis de Sebastián ha escrito un impresionante libro con el título: “África, pecado de Europa”. Bueno y necesario es recurrir al lenguaje religioso de “pecado”. No es políticamente correcto, pero el lenguaje civil, correcto y democrático, no ha descubierto una palabra equivalente. En teología, “pecado” es “lo que da muerte”. Dio muerte al hijo de Dios y sigue dando muerte a millones de hijos e hijas suyas.

4. Por coincidencia, escribimos estas páginas en el tercer aniversario de la muerte del Padre Jon Cortina. En el salmo hemos rezado: “En el consejo de los dioses se levanta Dios y los juzga: “¿hasta cuándo juzgarán inicuamente? Juzguen a favor del débil y del huérfano; hagan justicia al humilde y al indigente; liberen al débil y al pobre y arránquenlos de las manos de los impíos”. Es el juicio de Dios ante la guerra de El Congo en medio de los dioses, imperios, transnacionales, medios de comunicación.

5. Y permítanme una reflexión personal. Yo me enteré que había una guerra en el Congo hace unos diez años. No sabía lo que era el coltán, ni para qué servía. Y menos sabía de los criminales manejos de occidente para conseguirlo. De todo ello no me enteré ni en la UCA, ni en mis visitas a Estados Unidos y Europa. Me lo contaron sencillas religiosas que vivieron las tragedias de Ruanda y Burundi, y trabajaron en los campos de refugiados de Bukavu, el Congo. Me abrieron los ojos. Y les he visto trabajar en comités de solidaridad en toda España, con suma sencillez, con medios muy limitados, pero con gran lucidez y amor. Publican Umoya, revista sobre la realidad actual de África. Siguen adelante. Y son las que más saben de África. Me recuerdan las palabras que le escuché a Joe Moackley, congresista por Massachussets, cuando venía a defender a los campesinos salvadoreños de la represión del ejército gubernamental: “cuando tengo que votar en el Congreso sobre nuestra política en algún país del tercer mundo, para informarme no me pongo en contacto con nuestras embajadas, sino con religiosas que trabajen allí. Son las que más saben”.

6. Con el coltán se hacen misiles, teléfonos celulares y hasta juguetes. Cuando los usemos recordemos a los 5 millones que han muerto en esta guerra, y recordemos a gentes como Ferdinand Muhigirwa, que nos mantiene en la verdad y en el amor.

7. A las personas a las que he visto mantener la esperanza para el Congo son las religiosas que han estado allá. No son ingenuas, pero con cariño y admiración recuerdan la bondad que han visto.


tomado de Kaos en la red.

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