viernes, 11 de junio de 2010

historia del muñeco de sal

Leonardo Boff

En los últimos tiempos hemos dedicado nuestras reflexiones casi exclusivamente a las cuestiones ambientales y a los desafíos que el cambio climático implica para el futuro de nuestra civilización, para la producción y el consumo.

No por eso debemos descuidar los problemas cotidianos, la construcción continuada de nuestra identidad y el moldeado de nuestro sentido de ser. Es una tarea que nunca termina. Hay en ella varios retos, dos de los cuales nos desafían permanentemente y debemos encararlos: la aceptación de los propios límites y la capacidad de desapegarse.

Todos vivimos dentro de una situación existencial que, por su propia naturaleza, es limitada en posibilidades y nos impone barreras de todo tipo, de lugar, de profesión, de inteligencia, de salud, de economía, de tiempo. Entre el deseo y su realización siempre hay un desfase. A veces nos sentimos impotentes ante hechos que no podemos cambiar, como la presencia de un esquizofrénico con sus altibajos o la de un enfermo terminal. Tenemos que resignarnos ante esa limitación ineludible. No por eso tenemos que vivir tristes o impedidos de crecer. Hay que ser creativamente resignados. En vez de crecer hacia fuera podemos crecer hacia dentro, en la medida en que creamos un centro donde todas las cosas se unifican y descubrimos cómo de todo podemos aprender. Bien decía la sabiduría oriental: «si alguien siente profundamente al otro, éste lo percibirá aunque esté a miles de kilómetros de distancia». Si te modificas en tu centro, nacerá en ti una fuente de luz que se irradiará a los demás.

La otra tarea de la autorrealización es la capacidad de desapegarse. El budismo zen coloca como test de madurez personal y libertad interior la capacidad de desapegarse y de despedirse. Si nos fijamos bien, el desapego pertenece a la lógica de la vida: nos despedimos del vientre materno, después, de la niñez, de la juventud, de la escuela, de la casa paterna, de los parientes y de la persona amada. En la edad adulta nos despedimos de trabajos, de profesiones, del vigor del cuerpo y de la lucidez de la mente, que irrefrenablemente se van desgastando hasta despedirnos de la propia vida. En estas despedidas vamos dejando atrás un poco de nosotros mismos.

¿Cual es el sentido de este lento despedirse del mundo? ¿Mera fatalidad irreversible de la ley universal de la entropía? Esta dimensión es indiscutible, pero ¿no será que guarda un sentido existencial, que ha de ser explorado por el espíritu? Si fenomenológicamente somos un proyecto infinito y un vacío abisal que clama por plenitud, ¿ese desapegarse no significa crear las condiciones para que un Mayor venga a llenarnos? ¿No será que el Ser Supremo, hecho de amor y bondad, nos va quitando todo para que podamos ganar todo, más allá de la vida, cuando finalmente descansará nuestra búsqueda?

Al perder, ganamos y al vaciarnos nos llenamos. Hay quien dice que esta fue la trayectoria de Jesús, de Buda, de Francisco de Asís, de Gandhi, y de la Madre Teresa, entre otras personas.

Tal vez una historia de los maestros espirituales antiguos nos aclare el sentido de esta pérdida que se transforma en ganancia.

«Había una vez un muñeco de sal. Después de peregrinar por tierras áridas llegó a descubrir el mar que nunca antes había visto y por eso no conseguía comprenderlo. El muñeco de sal le preguntó: «¿Tú quien eres?» Y el mar le respondió: «Soy el mar». El muñeco de sal volvió preguntar: «¿Pero qué es el mar?» Y el mar contesto: «Soy yo». «No entiendo», dijo el muñeco de sal, «pero me gustaría mucho entenderte. ¿Qué puedo hacer?» El mar simplemente le dijo: «Tócame». Entonces el muñeco de sal, tímidamente, tocó el mar con la punta de los dedos del pie y notó que aquello empezaba a ser comprensible, pero luego se dio cuenta de que habían desaparecido las puntas de los pies. «¡Uy, mar, mira lo que me hiciste!» Y el mar le respondió: «Tú me diste algo de ti y yo te di comprensión. Tienes que darte todo para comprenderme todo». Y el muñeco de sal comenzó a entrar lentamente mar adentro, despacio y solemne, como quien va a hacer la cosa más importante de su vida. A medida que iba entrando, iba también diluyéndose y comprendiendo cada vez más al mar. El muñeco de sal seguía preguntando: «Qué es el mar?». Hasta que una ola lo cubrió por entero. En el ultimo momento, antes de diluirse en el mar, todavía pudo decir: «Soy yo».

Se desapegó de todo y ganó todo: el verdadero yo.


Tomado de Koinonia

viernes, 4 de junio de 2010

A Mauricio Funes con cariño.


La realidad de el salvador sigue siendo tozuda pero sigue ahí…, cuando se tuvo la oportunidad de darle un giro a la realidad social y política del país, la dirigencia del FMLN no dio el paso necesario para poder hacer realidad el sueño de miles de revolucionarios anónimos que dieron la vida por ello. La historia de El Salvador sigue siendo tozuda, es evidente, la senda está marcada pero parece que la dirigencia anda perdida sin poder ejercer de partido que gobierna el país, porque en realidad no soy ellos, si no… el presidente y amiguitos.

La realidad una vez más se ha demostrado real y equidistante. Real porque ella misma nos viene a recordar que las venas del pulgarcito de América siguen abiertas, y no se han – ni se van – a cerrar. Y equidistante porque es el partido y no el pueblo que está enfrascado en esa difícil tarea de gobernar porque no son ellos los que gobiernan, aunque hayan sido ellos, quienes hicieron posible que se ganaran las elecciones.

Qué más da que en ese país centroamericano haya existido años antes una de las guerrillas más importantes y organizadas del continente latinoamericano. Qué más da que el Che se haya podido equivocar cuando dijo que en El Salvador no podía haber un movimiento guerrillero porque además de ser un territorio tan pequeño, también lo era - y es - la selva diminuta como territorio del país. Ese es El Salvador u que con sus 20mil kilómetros cuadrados no encuentra su selva en este siglo y en esa vorágine neoliberal que subsiste, encima de una crisis, que ellos mismo, lo dueños del capital, provocaron y que, efectivamente, siempre la terminan pagando los pobres.

Lo que más duele saber es que quien está llevando a cabo esas medidas auspiciadas por el FMI, precisamente, el presidente que se presentó a las elecciones con el partido que supuestamente es de izquierdas y que años atrás era - ¿y es?- la esperanza de los pobres. La realidad y el pueblo salvadoreño pese a todo, seguirá empuñando sueños y utopías, quizá, ya no en la dirigencia actual del partido político del FMLN, en el presidente Sr Mauricio Funes…, serán otros los que hagan posible lo que desde hace tantos años quiere el pueblo organizado del país, mientras tanto hablemos de esa realidad, que tozuda, sigue siendo histórica.

Dime qué haces y con quién andas y te diré Go home.

El presidente de el salvador no era el partido político del FMLN ni el partido político del FMLN era el - ahora - presidente de ese país. Esto es lo que uno entiende pasado casi ya más de un año de que el frente Farabundo martí haya ganado las elecciones, o, deberíamos mejor escribir que ¿el Sr Mauricio Funes haya ganado las elecciones?. En fin que la realidad y la historia sigue siendo tozuda a pesar de que todo estuviera - en algún momento de la historia - el tiempo en el salvador a favor de los pequeños, como diría Silvio en su canción. Y vaya que sí lo estuvo.

Mauricio Funes está implementando ya, y de facto, para ser más exactos viene implementando la misma política económica neoliberal que el Gobierno de la extrema derecha llevaba a cabo en el país. Aunque este no era el objetivo del FMLN, ha tenido, sin embargo, que tragar con esta política económica por el “bien del país”. tuvo, así, que hacer a un lado los principios por los que se fundó el FMLN, es doloroso, secundar una política neoliberal, que no es de su agrado, ellos quieren ir por otro camino, eso deberíamos de pensar quienes sí creemos que otro modelo económico en el país es posible.


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