lunes, 23 de marzo de 2015

a 35 años del martirio de Monseñor Romero.

A San Romero el mártir de América

La visión que tenemos de él, de Monseñor Romero, después de tantos años de su martirio es precisamente la de un Obispo mártir y no es tan difícil llegar a esa conclusión por muy conservador que se sea. Hay muchos puntos de vista desde donde podemos ver la figura del obispo mártir. Hay un punto de vista que prefiero, si no hacerlo mío, si, al menos, considerarlo como tal, y es el punto de vista de los pobres, de los marginados, de los excluidos, de "los siempre sospechosos de todo", como diría el poeta, y,  si se prefiere otro matiz, con el que más me identifico, el dialéctico, el punto de vista de clase, sí, pero,  de las clases populares y en ellas entran todos los estratos sociales empobrecidos del que está compuesta la sociedad salvadoreña..., los que no cuentan para un sistema capitalista neoliberal que es el mismo que había en el momento en el que le tocó vivir a Monseñor Romero, y,  que sigue siendo injusto hoy, como hace 35 años...,  desde ese punto de vista es mi reflexión sobre el San Romero de  América a 35 años de su desaparición física.

Y, a estas alturas de la historia  no debemos ni podemos dispersar el pensamiento y el compromiso de Monseñor Romero ya que hay muchos prismas desde donde enfocar la figura del profeta y mártir, una de ellas, y que en este momento está en los medios, es el de la jerarquía, fue este punto de vista el que, precisamente, le negó, lo que el pueblo desde su presencia física y desaparición le otorgó, San Romero de América..., ahora, sin embargo, la jerarquía, con esto, se lo quiere apropiar, si es que no lo ha hecho ya, hacerlo significará encerrarlo en las iglesias. Hacerlo suyo significa, hasta cierto punto, limitarlo, ya que si lo siente y lo hace suyo(que es lo que va a pasar) será de ella y no del pueblo..., lo veremos encasillado; dicho de otra manera, lo que la iglesia está haciendo, queriendo o no, es, quitarle al pueblo un mártir obispo que les pertenece, y les guste o no a la jerarquía.



Monseñor fue víctima de un sistema injusto que muchos de ellos defienden y, ese sistema, no fue denunciado por la jerarquía. Monseñor Romero, sin embargo si denunció ciento de veces en catedral, y si lo asesinaron como a muchos salvadoreños fue porque él se hizo pueblo, denunciando era su forma de lucha, contra la oligarquía y los gringos. Sabía que ellos masacraban al pueblo, y fue eso  lo que le llevó a tomar partido, estaba con quien luchaba por un mundo mas justo o con aquellos que asesinaban a su pueblo. Fue su postura ante la injusticias la que llevó a tomar partido.

No olvidemos que fue la jerarquía quienes le dieron la espalda y lo abandonaron cuando más los necesitaba. El pueblo, sin embargo, lo acompañó y estuvo con él hasta el último día como se pudo comprobar el día de su entierro en catedral y donde murieron cientos de personas, unos masacrados por francotiradores y otros por asfixia. De allí mi preferencia de clases, desde este punto vista es que escribo. considero pues que limitar  la figura de Monseñor Romero al ámbito de la iglesia(me refiero como no a la jerarquía) es sencillamente de-li-mi-tar su compromiso como cristiano.  Para el pueblo, sin embargo, su compromiso, es sinónimo de acompañamiento y creo que eso es lo que hace que siga tan presente en ellos.

Monseñor Romero fue más allá de una pura teología y hermenéutica católica cristiana, fue más de todos que de la jerarquía y no se puede por tanto delimitar ni apropiarse de su profética figura e histórica. Monseñor Romero, pues, fue-es-y-seguirá siendo de todos los que luchan por un mundo mas justo, creyentes o no.

Casi la totalidad de salvadoreños sabemos quién fue Monseñor Romero. sabemos además qué hizo y quiénes fueron sus verdugos. todos sabemos incluso de memoria su última homilía que es muy importante como la  penúltima, que también..., en  la última  nos muestra hasta que punto estaba empapado e imbuido de la realidad que vivían los pobres del país, tanto que llegó a percibir y a sentir como sentía su pueblo, su gente pobre, sintió en su piel la persecución, las amenazas etc..., su compromiso y su espiritualidad le llevó a saber el momento y el cuándo de su martirio, eso es lo que podemos interpretar de sus palabras en la misa de Doña Sarita  minutos antes de suene el disparo en la capilla de la Divina Providencia.

"Que este cuerpo inmolado y esta Sangre Sacrificada por los hombres nos alimente también para dar nuestro cuerpo y nuestra sangre al sufrimiento y al dolor, como Cristo, no para sí, sino para dar conceptos de justicia y de paz a nuestro pueblo. Unámonos pues, íntimamente en fe y esperanza a este momento de oración por Doña Sarita y por nosotros."

... y como decía letras arriba, la penúltima homilía que muchos creen que fue la que colmó la paciencia de los gringos y éstos dieron la orden a  D'abuisson para que lo asesinaran...

"Yo quisiera hacer un llamamiento de manera especial a los hombres del ejército, y en concreto a las bases de la guardia nacional, de la policía , de los cuarteles. Hermanos, son de nuestro mismo pueblo, matan a sus mismos hermanos campesinos y ante una orden de matar que dé un hombre, debe prevalecer la ley de Dios que dice: NO MATAR. Ningún soldado está obligado a obedecer una orden contra la ley de Dios. Una ley inmoral, nadie tiene que cumplirla. Ya es tiempo de que recuperen su conciencia y que obedezcan antes a su conciencia que a la orden del pecado. La Iglesia, defensora de los derechos de Dios, de la ley de Dios, de la dignidad humana, no puede quedarse callada ante tanta abominación. Queremos que el gobierno tome en serio de que nada sirven las reformas si van teñidas con tanta sangre. En nombre de Dios, pues, y en nombre de este sufrido pueblo cuyos lamentos suben hasta el cielo cada día más tumultuosos, les suplico, les ruego, ¡les ordeno! ¡CESE LA REPRESION!"

La voz de Monseñor Romero todavía resuena en la catedral y las calles, todavía parecen oírse  aplausos legitimando - y aprobando - cada palabra oyéndose en las radios. La voz de monseñor Romero sigue siendo ya del pueblo. Él ya no era de nadie, era y es del pueblo. Mas de alguno llegó a decir -incluso él-  como así lo confirman testigos que una vez en el atril y ya en su sermón, era un simple micrófono al servicio de alguien, no sabía quién era el que hablaba por él...,  todos sabemos, sin embargo,  que era él, sin lugar a dudas, el instrumento para hacer oír la voz de los voz...

A 35 años de su martirio seguimos hablando y recordando a Monseñor Romero, seguimos oyendo sus homilías, seguimos leyendo sus homilías, entrevistas; confidencias de amigos cercanos y familiares, y nos sigue conmoviendo su vida, y sobre todo su compromiso como sacerdote y obispo. Seguimos siendo uno con él ya que seguimos compartiendo su punto de vista respecto a la realidad del país, y por extensión a la del mundo. Seguimos siendo intensamente solidarios como él con los más pobres, con los marginados. Seguimos, al menos eso espero, teniendo como punto de vista la lucha de clases, tomamos partido como él y Jesús, que como buen cristiano aprendió de las enseñanzas del evangelio pero lo llevó a practica y a la realidad.

Una realidad que sigue siendo igual -o peor- de injusta y nos sigue diciendo hoy, que queda mucho por hacer, y quizás ese sea nuestro más sentido pecado..., no haber cambiando ni transformado una realidad que, sigue golpeando y estigmatizando a las amplias mayorías.

Hemos sabido leer sus homilías, hemos aprendido mucho con sus enseñanzas. Hemos sabido compartir a Monseñor Romero.  No hemos sabido, sin embargo, a interpretar la realidad para comprometernos por cambiarla. Seguimos siendo, el pulgarcito de América que necesita una transformación social tal, que nos queda mucho por hacer.

Una de las mejores maneras de recordar y hacerlo presente en este aniversario es no darnos golpes en el pecho, es llevar a la praxis sus enseñanzas esas que están en sus homilías, en sus reflexiones y con las que podemos conseguir un mundo mas justo. No olvidemos que Monseñor Romero murió como un compañero más, como los miles que dieron su vida por cambiar un sistema injusto que sigue siendo igual o peor de injusto.  "Si me matan resucitaré en el pueblo salvadoreño" ya es hora, pues, de que esa resurrección sea, más pronto que tarde, una realidad.


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